El que es el bueno es el semáforo.
Aventurarse como forajido a atravesar una avenida (sin puentes)... sin semáforos... :dan ganas de comprar pistolas.
Caminando la calle escondiendo la cabeza en la banqueta, con rostro de no haber querido nacer, de no ver nada: nunca haber tenido siquiera alma, contemplamos nuestra pura inconciencia entre grietas y topes; hasta entonces, podemos leer la historia totalizante de pinturas deslavadas y árboles de sol ganones, de cómo fluir en puro tránsito.
Ante el cruce de cebra / parados/ expectantes/ observamos la estética animal/ que le hemos atribuido /a nuestro orden.
Los olores concentrados nos desconciertan conciertando nuestro desconcierto.
En el charco todavía resbalamos en el reflejo que dice que disimula.
Cara a cara frente al otro comienza el partido de tenis de mejillas hasta el hartazgo de no darse cuenta que ambos rubores existen al mismo tiempo.
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