sábado, junio 23, 2018

Aqui les dejo una novela que no me han querido publicar


Vespertar

I
Empecé a escribir esta novela con toda la intención de criticar otras, pero específicamente por la forma en que se arma una biblioteca pensando desde que todo es uno, el sonido es tantra y la voluntad de poder es reunir a todos donde todos podemos todo. Después pensé no es humor el infinito repetido y añado que lo que sigue no es una ridiculez sino más bien el cumplimiento de la voz absuelta. Fijé mi atención en una cosa cualquiera para hallarme tranquilo, me llenó de nervios pero tomé el lápiz carboncillo que fija madera clara y no pude más que imaginarme el siguiente día y cómo seguir el movimiento, las vibraciones y la velocidad de las ventiscas burlonas. Fuera como el domingo y todos los domingos siguientes, todos los nervios de todos los días de todas las semanas, todo el miedo de seguir y seguir caminando la pura aventura en cualquier lado. Pensando en salir a la calle, como si ahí fuera a encontrar aquello simple que emocionaría al lector, pero básica y sencillamente dejé la virtud en la alacena y la belleza en la luz de la cocina. No me es difícil comenzar por lo bondad y disciplinarme, pero me es muy complicado continuar contra la piltrafa que se me encima al cuerpo y duele hasta el alma, hasta el vómito del alcohol, hasta el exceso de descontrol. Heme aquí barado en la visión de un mundo constreñido en la descreencia y el autoengaño, en la escornia solipsista, en el correteo de unos a otros, siendo como en los elevadores -esa barriga llena de los grandes edificos- el no perpetúo como el pelo de la cabeza, el silencio sobrevaluado y hasta el poeta que todos llevamos dentro –escribiendo con el cuerpo- desaparece como adolescente. Aunque diga ¡Hay nirvana!

II
Fue un gusto empezar por el cuaderno junto a la mente y la tenue luz de la tarde, el calor que inspira y supera el frío haciendo sucia la intención de limpieza para verse más guapo un momento, aunque sea bajo el disfraz de la imperfección, aunque sea bajo el mínimo punto de haber empezado. Me gusta pensar que los días son ciegos, que no estás en ningún lugar, que me deposito en todas partes, que dejo huella, que me piso a mí mismo; que a patadas me voy llevando el mundo. Piso lo que no puedo ver, voy brincando y voy volando. Esto que escribo no me pertenece, no soy yo, es algo diferente a mí mismo pero está insertado en la capacidad de llegar a ese espacio vacío donde lo uno se une con algo a su vez distinto y se vuelve a encontrar una y otra vez, sin pertenecias al desnudo, como se hizo la vida llena de furia e ira.
Hay algo llamado conciencia en la punta de mi garganta y con mi voz sigo una metáfora, algo parecido a la libertad, aunque sea la del escriba, aunque sean puras copias de una realidad abstracta e inasible contra el espacio en blanco que determina una herida. Aparte de unir el jabón con la herida, el baño con la comida, el amor con las relaciones, la novela con su extensión y el teatro con el desempeño, pienso que lo que se recorta de la historia, ese pequeño hueco que se marca meta -haber hecho todo un plan desde el principio (irse lo más lejos posible)- como si sólo plantearse un segundo la lejanía me otorgará todas las fuerzas para seguirme derecho al fin.
            El pegamento de las historias, todas esas citas que he decido evitar, y mucho más importante todos los nombres que quiero obviar –amores, juramentos, heroísmos, salvaciones, enclaves, atenciones y redenciones contra traiciones, maleficios, maldiciones, malechorías, gritos, venganzas o esclavismos -son las entrelíneas que le dan tono a la novela; sea un musical, un aroma, un color, un recital. Me rehuso por encima de todo a dar crédito a los demás y luego a los otros libros porque crearía el rezo volátil o mudra cuando quiero cantar y ser músico (aprehender sólo) o estallaría una granada o macanazo cuando quiero arreglar y silenciar (formar una sola línea política) o abandonar los múltiples encuentros horrorosos, destrampados en plena lucha cuando quiero estar sólo y en armonía (plena libertad). En fin es como asomarme a la ventana para espiar al vecino y seguirlo para nombrarlo en su mínima expresión para destapar el hueco vacío que en fin se siente que ya está escrito por otro que, sí como no, seguro ya lo escribió y en fin yo no estoy haciendo nada. No aprendo, simplemente no aprehendo y soy adicto, e de ahí la palabra para sentirme peor mañana, pasado, y todos los días de la semana debido a que periféricamente e idiociamente acabo haciendo eso. Si me transformo en algo más adusto, en ansias de emoción, en la manutención de un alto propósito de vida termino bajo la luz azulosa del sol de la mañana de la ciudad con el mínimo propósito de seguir viviendo.

            III
Decidí escribir, igual que siempre, salir a comer -evito comer sólo en exteriores- aunque al final me ceno las maravillosas sobras de los cigarros y sigo llenado el hueco en la esquina oculta del hombro derecho de la mano derecha que escribe y por un momento me vi a mismo transformado en otra cosa, andando hasta un sitio más cómodo, más agusto, más tranquilo, más sereno, la escritura había servido, me ví bajando las escaleras, me vi llegando a la comida (bien bañado) me vi platicando y amando, me vi escribiendo que escribía, me vi junto a la gente que amo, la gente con la que razono, con quien me siento más libre, con quien me reta a ser mejor, con quién doy el máximo, con quién me voy y me siento curado. Hice una llamada, le hablé a todos, estaba soñando, pateaba nubes, agachaba la cabeza, era perfecto, desperté, me sacrifiqué, jugué sólo, me perdí. Toqué un timbre, una puerta, volé un papalote, me ayudaron todos los que conozco, finalmente me aventuré a una alberca -me odio, odio la vida, los odio a todos y aparte no estoy sólo pero siento que domino todo.¿Qué pasó después? ¿Qué paso mientras? ¿Quién tocó ese silencio? ¿A quién seguí? ¿Quién me siguió? ¿Qué otro fuí? ¿Cuándo se acabo esto? ¿Cuándo se acabo esto? No sé. Llegué al fondo y pensé en nunca volver a respirar, me volví duro, disciplinado, energético, cuando sólo quería sudar. Acabé escribiendo desnudo, entre la humillación y la virtud, perro y gurú. Una fotografía de mi espalda desnuda me recuerda todo mi sufrimiento y toda la belleza del mundo, la pequeña gota que baja a sabiendas de que no hay problema por que me ajetreo para apalabrar. El arte sigue ahí, están todos los puntos ciegos de mi espalda que llenan mi libertad de amor propio, mi voluntad a favor de mi placer y el ejercicio de darle volteretas a ese modelaje político. Yo conozco mi historia y mi ego no tiene lugar.
           
IV
Mañana voy a una entrevista, es la segunda vez que siento que traiciono mi lengua y mi tierra, aunque mi espíritu me dice que está bien, que soy un infiltrado, no sólo en el ámbito de las finanzas sino también en el ámbito de la filosofía. Lo que hago y puedo hacer con lo que hago; además de tener la noción de estar haciendo algo y que si me equivoco todo a mejor hace las veces de sintonía.
Paso la primera prueba, voy a la entrevista y me rechazan. El cuaderno sigue, olvido las notas para que vengan cuadernos más largos, nada de notas y que el cuerpo expulse desde dentro, lo de afuera se llena de sangre, la sangre se vuelve cuaderno, como si a paso gigante, paso fuerte y paso rápido, no evitara autocomplacerme con lenguaje. En abstracto es decir droga, placebo, soma, impulso, atención, es palabra despierta, es velar historia, es deletreo, desvelo y soponcio dicho, espejo del alma; mal y de malas.
            Andar armado, con la pluma y la nota, ridiculez de hacerse concha (robar perlas) muy por abajo del agua hasta hablar lo que se escribe, delinear el aire o leer el movimiento mínimo de los objetos. La mesa está llena y me aburro, veo edificios en todas las cosas, enloquecida rectitud. Me niego a competir en éste juego lingüístico, uno empieza a envolverse en la apatía de lo personal, en la sonrisa escondrijo, en la mira atenta y aniquiladora, como si ahí fuéramos más fuertes, mandatarios llenos de más frescura con más calor en las venas, más verdaderos. Vuelta del tipo ring de sumo en vano (sumo-sacerdote) sin regreso, todo hacia el centro, la vacante estaba cubierta y yo sin trabajo, el plan de infiltrado que lo hagan los demás y el comino de vender letras me dicta hoy.
A gran fin el plan es, con el título universitario de por medio, ser de aquellos que le hicieron a todo, algunos famosos, pintores, escritores y catedráticos; otros locos, artistas plásticos, escritores y filósofos, hasta científicos, poetas y doctores; en esas de “tout por qua”. Sujeto totales, llenos de vericuetos en historias simples, heme aquí disfrutando mis días, con un dolor impresionante en la esquina del brazo que por más pellizco no me da control absoluto pero de menos me hace repensar el trance sin duda asqueroso.Escribir enoja pero extasia.
Mis sentimientos pasan vagos, efímeros (es todo un encanto) aunque la maldición me acompañe siempre, hay mucha gente por ahí, grandes mujeres, puños llenos de recuerdos, y con esto me refiero a un cien mil de frustraciones, proyectos, y más mañas mañanas para amanecer tristísimo y dormir tranquilo hasta lo que sea que me despierte o mantenga soñando.

V
Una patrulla suena en la calle y no canto, suena a perro, me desgana, deja de lado las ganas de escribir y sólo el deseo de salir corriendo. Mis heridas resaltan, toma algo pienso, consume algo pienso, básicamente, provocando ganas de ilusionarme otra vez, de reír de contar chistes “Las fortunas sólo a fuerzas”. Ahora creo que los puntos ciegos de la novela son su melodía, a sabiendas de un espacio que se comporta como yo, que soy yo, que es mi tiempo, que nos hacemos juntos, que va del vacío al grito; finalmente es mi olvido a saber que saben los otros o que se yo (puro ruido). Me siento a esperar que pase la barbarie, que el estruendo deshaga multitudes, que se haga aire mi mente y mi dolor uno sólo con todos ¡Que mejor escriban los muertos!

VI
No soy pienso, y eso me lo digo hoy; otro afán de engañar, de confundir, de mezclar lo uno con lo otro -como escuchar a un perro que se coloca a mis piernas, que a veces es superior, luego tan infinito como yo, que me ama y simplemente no me reta; siendo su desafío tan enorme como el que me impongo para todas las circunstancias. Sé que es complicadísimo, intenso, duro y real; me desvirtúa hasta el canto de los pájaros y pretendo encimarle mi ser, mi cuerpo, mi iris, colorear mi cerebro, teñir mi tiempo, descansar en el vacío hasta que el soponcio se me encime. No hay verdad pienso, me gusta engañar y engañarme, hacer como si las hojas verdes de la cultura hicieran algo más que el robo de un tabique, el cemento sobre el cuál pararse, la carta que nos mantiene, el momento que nos hace brillantes, la interrupción. El ideal del “spleen” de mantenerse atento todo el tiempo, haciendo, neúrtico, huidizo, carelessness, con y contra de la pasión por la libertad todo el tiempo (su inocencia y su despanpán).
            Esto se vuelve cada vez más real y a mi me empieza a dar miedo, temor, impaciencia, insapiencia, desconocimiento, abandono, desastre, trance y desequilibrio. Hace tiempo ya escribí una lista llena de definiciones, fue el rezo, fue ocupación, basura, fiesta y la palabra insipiencia.
En ese entonces tomaba la realidad como un capricho, juguete de niño para amoldar a mis maneras, confesionario para pugnar frases enajenantes que se repetían como pegamento de visceras. Me exponía en una vitrina apaciguada que buscaba una estética que compartir, pero al final me hallé sólo en un mundo inverosímil frente al escarnio del deseo que lejos de mi mismo hacia de mi yo era una manzana podrida urdiendo cavidades como remansos de quietud y que no pudo representar la sorpresa susto, para cambiar los recuerdos barados en la nada frente al asco existencial.
Me llené de recuerdos ajenos, convirtióse mi mundo asegurado en un vientre cómodo y confiado porque estaba conectado a un sin fin de formas en un sueño lúcido, vislumbre una barca pesquera -lugar común del plan de escape de la mayoría de los hombres (todo humano poeta) y me convertí a la filosofía desde el perspectivismo [empecé en las letras sólo por contar la historia e intrincar aún más la necesidad específica del lenguaje como sobrevevivencia] porque eso implicaba revolución aunque fuera altanería y caos pareciéndose más a la revuelta y el contrarismo por la profundidad e intensidad de los órdenes mentales que me exigían las letras.
De males en peores, es obvio, hallé la libertad y pienso que sólo tengo que escribir cuarenta cuadernos de estos para encontrar mis destinos- pues pienso que por un lado está el clima y como me impongo físico corpóreamente para cambiarlo y nunca preguntarle nada a dios (siendo así yo mismo) y por el otro los otros para amar u odiar- donde probé límites de la misericordia hasta rondar la conmiseración; todo a peor.
Pienso, pienso principio de realidad y pienso infinito, algo que no puedo ver, pero en realidad quiero decir control, deseo, desapego, y luego esto es mío, tuyo y de todos, de nadie. Lo importante queda en verse bien, vestirse bonito, estar liberado, estar haciendo algo, estar contento, no ambicionar, ser sereno, conocerse y nunca ayudar. Recibí ayuda por eso la novela se tiño de alegría.

VII
Para éste momento me dan ganas de escribir muerte, pero prefiero amar al hermano vivo que ser asesino, aguantar la gota y la enfermedad, hacer deshoras y arder, sin caber en ningún lado, pues todo es mafioso porque sólo lo maléfico llama la atención.
Guardo café para la noche, hago lo mío sin molestar a nadie, lo imposible para ahuyentar a todos como si fuera recíproco, y en la soledad hallarme local, previniendo el temblor, la lluvia, la inundación y la sequía.
Tengo sed y estoy despierto, oigo el mar en la orilla, pero no quiero ver el barco, tampoco quiero perseguir a la ballena, ni esuchar su deseo, pero poco a poco me siento aposentado, intranquilo, novelesco, movido por el viento.
Sirena tus ojos como el agua de las fuentes, y yo me siento tan meloso como los instantes, tan profundo como desvertirse, tan presente como la emergencia, cumplido, me hago determinación, me hago complemento, me hago instancia; resquicio de ayuda.
Ya de regreso de la proyección astral -entre la poesía con P grande, la poesía pura y la poesía libre- conformo una gran familia con los miembros del edificio- ya que por aquí suena una puerta, por allá suena otra -los gritos al perro o ladridos (las constantes despedidas como pájaros nostálgicos[la ciudad que no para celebrando el destrampe] de vivir creyendo que hay fiesta adiestra y siniestra en un ir y venir inaudito; más bien al diablo hay que trabajar hasta morir y no hay muerte cómoda.

VIII
Otra persona más sale corriendo del edificio, como salgo yo a veces, como otros lo hacen constante y yo no quiero dormir deseando un desvelo del tiempo -un encierro mágico que me mantenga alerta (avispando cualquier sonido y en cualquier movimiento todo otro mundo) para ver las estrellas y su magia- sus reuniones talantes, su comunidad sabia. Para muchos es estar de vacaciones y para otros es el diario, la constancia y la norma; finalmente el ritual y el asco. Me ha venido sucediendo como una fantasmagoría, un asomarme a la ventana, porque alguien parece que lo había pensado mejor, porque estaba seguro de estar mejor, en algo así como en un trono adolescente, doloso, lleno de culpa, pero en propulsión a chorro; finalmente la envidia.
            Éste asunto de seguir escribiendo, no es muy distante de seguir la costra que se acaba de caer de mi cachete, la idea es seguir haciendo líneas y además trazar rastros para hacer otro magno dibujo u otra novela que no está demás porque las hay muchas de costras que se repiten; ultimadamente una carnicería. La estela se vuelve flecha.
            Éste sueño etéreo ya me está cansando, pienso que las palabras me superviven- me sobrepasan, y yo las sobrevivo (veo números [todo da vueltas] no creo que seamos información) ni que el mundo se llene, ni se vacíe- más bien me da frío y piso fuerte; empíricamente la locura.
            Andar es una extraña vaganza, acercarse a una tradición, u a otra u a ninguna, más bien al sol, tal vez al espíritu, tal vez a uno mismo. Me es difícil ver formas de transparencia al exterior, mis ojos se llenan de venas, la sangre calienta mis arterias, lo frutal brota de lo inconsciente, concretarse en grandes palabras, desarticular líneas finísimas, sutiles, transitables; míticamente el terror.
            Ahora veo como el héroe corre su despedida, su grandilocuente unidad -consigo mismo (sin complicaciones [fijezas u estigmas] pero colgado de la historia) atado a un sin fin de hazañas- enmarañado en demasiadas propuestas, atrapado en los excesos; sin duda el asco.
            Vespertar es abrir los ojos en cualquier segundo, es sudar lo mínimo en los poros- revisar la dactilaridad y remarcarla (trazar una leve y ligerísima línea [para volver a empezar] emocionado hasta alcanzar el desvelo) derretido en la somnolencia- comprimido en el desgane, altísima estridencia; claro requerir que estira la mano y pide en su mínimo suicidio.
           
VIII
            Esa mañana me bajé del camión sin detenerme, sentí la hermosura, era diferente poder seguir andando después de avanzar a cuatro ruedas, haber bajado unos escalones, el salto, produciendo así mundos imaginarios, lugares increíbles, experiencias de fé, bromas que no tienen sentido y además nadie quiere contar.
            Parece que la historia tiene ganas de contarse sola, una historia de amor y batallas, intereses y batallas, una lucha finalmente. Pero esa lucha implica un cansancio exhaustivo, por más que uno se ponga la bata, se acurruque en el frío, en el miedo, las causas son lo todo y muchos continuámos.
            Uno se detiene a pensarlo, a tratar de contar esa historia, algo de investigación mítica nos acerca, de manera idiota, a otros más sabios, a la mayoría que conlleva una relación malévola, que por más que se siga pensando, es insoluta y en vez de apretar la tuerca ya estamos barriendo el tornillo.
            Al final del día, cuando empieza la noche, si uno no ha dejado de respirar, y empieza a hallarse en silencio, la verdad, que nos muestra lo que hemos hecho, lo que queríamos hacer, básica y contundentemente donde vamos en relación con nosotros mismos.
            Caí en la cuenta de que entonces la mala pasada sería llegar al fin de los tiempos, aunque de una u otra forma implicara, aunque así recuerdo el sacrificio, como hombre y ser divino, que no puedo existir, sin que halla otro que se me encima o supera, pero con la ventaja de estar concreto en la realidad.
            No me atiendo a éste rigor mental, ni a la enfermedad del punto ciego, ni siquiera a la superficie de la luz no comprobada, ni al moverse de mi cuerpo hacia otro, de menos a la atención revolucionaria, a la mínima indispensable, al verbo encarnado, a la amada, al discurso, a la acción, al momento irrepetible.
            Es esa atención anarquista, que está lejos de todo, que se excluye para sobrevivir, para mantener la corriente, demasiado oro que basta, producción, expansión, música visión, desapego. No ostento, no río, no pienso, no soy, no invento, no existo, no propongo, no promulgo, no olvido.

            X
            Un libro que se escribe de día, con luz precisa, apuntalada, clara, hacia la media tarde, cuando ya sonó la ambulancia y su inclemencia, cuando ya se escuchó el avión descontrolado y un lector en el asiento de en medio, cuando el taxista inspiró, al político que ya inventó.
            Dejar de lado todo lo divino, por un par de frases, por atrapar a un lector, por torturarlo, para hacerlo sentir melancolía, para que corra entre las páginas, para que se atreva a brincarlos, para amamantarlo.
            Un poco de música y perderse en nociones vagas, hacer líneas más inútiles, creo en esto creo en aquello, sigo creyendo, sobre que más me puedo sostener, me sudan las manos, estoy plastificado, pero hay algo inalcanzable y siento que me persiguen, bien a bien ya no sé quién es quién.
            Me quemo la barba con la punta metálica de lápiz, mi paranoia soporta mi megalomanía, no aguanto la gran otredad en que cae la noche, como se disuelve el mundo ¿cómo vuelvo a empezar me pregunto? Nunca voy a dejar de creer lo que he vivido.
            Al día siguiente en la mañana, entendí la sabiduría de la compra, un ligero pasón nocturno había detenido mi emoción literaria, pero la mañana y el golpe de mundo (un millar de coches) me devolvieron la noción de ser real, de seguir creyendo en mis experiencias de vida, de seguir los lineamientos que he alcanzado o pensado. Básicamente saber que lo que he escogido desde el principio no es un error.
            Basura y más basura, creo que me estoy dedicando a la basura, me pregunto más bien ¿Queda basura? Lo que no se puede reciclar como el estado y sus tres líneas. No encuentro ese lugar, no hay tal, ni la forma que me pertenezca, no le hallo, un soliloquio desamparado de rechazos.
            De menos los espejos no mienten, son un refugio, pero a su vez un abismo. De primeras no enseñan por completo quién eres, tu raza, tus imperfecciones y hasta tu límite. Del otro lado ya no soy nadie, soy imagen que sólo quiere regresar a verse; me es fácil escribirles encima con un aliento hálito de vaho que traza una raya como vaho informe o vana instantánea, que generalmente funciona más en los elevadores provocando la ilusión de quedarse ahí un momento pero al mismo tiempo cruzar la frontera de las fauces que se van o llegan.
            Irse es el desenfreno, sale uno en el ritual de las costumbres en la pura vanidad, pero luego llega el momento donde el espacio público se convierte en privado, “pura mierda” dicen los actores ya que regresa la representación de nuestra indisciplina, de nuestra fodongüez y de nuestra desididia.
            Por más que uno quiera quedarse ahí, ante su propia imagen, en el imperio de uno mismo, en la alta grandeza de inspecciones, de seguirnos la línea y es claro el ejemplo del hombre que ante toda animadversión y frente a toda la adversidad sale por más ridículo que parezca enmascarado y listo para festejar.
            Lucha su fiesta, pero lucha engañado por su máscara, por su trivial historia, por no dejar a nadie ganar a nadie. Me veo ahí reflejado, o más bien en claridad, como un barco -se bajan todos (con todos sus aliados para eliminar la fuerza central).A veces salgo a competir, dependiendo de la situación, en la espalda el actuar, la mayoría de las veces recontento y campante a sacar la cara.
            Se deja la cara en el ruedo, ya que el triunfo se vuelve, de nuevo efímero pero como torero a la plancha, evitando los toriles, en espera de ayuda, en espera de soporte, en espera de otro trance, música, mismidad, para hacer las mías de atleta.
            Vivir en un sistema paradigmático que se va revolucionando por mentalidades, en mi opinión, como se observan a sí mismas y es el olvido quien rompe sus límites. Dígase que el límite es una forma de cansancio que cuando uno se estira, los brazos alcanzan un más allá de sí mismo, punto endemoniado, que al tiempo es límite, se rompe, es el gesto de actuarlo y repetirlo es el mero trance transitorio de la vida.
Veo el límite en todas partes, a todos los zurca el tiempo, todo cae ante su hechizo, todo es magia inasible en su presencia, ni la libertad lo cuida, es impensable, aprehensión del infinito silencioso.
El escritor se halla en un hechizo de palabras malévolas, un largo desdén lo hace seguir, es una voluntad de vida, la permanencia en lo sublime, el diálogo me excita, hallo aquellos con los que las cimas se vuelven borrascosas, intransitables, una lucha sensacional.
            Volteo a verme y me pregunto que he hecho, más bien que hago aquí, sigo construyendo metáforas, enloquecido por sus alcances, a manera de ornitorrinco sonrío, a manera de morsa me protejo, busco al animal desprevenido.
La caza me parece un deporte imberbe, es la moca alrededor de aquellos que se mantienen en lo mínimo, toda la necesidad sostenida en las cuerdas de lo efímero, un súper yo conquistado, sin saber que el vecino está equivocado pero caza al escribano que lo persiguen para contar una historia distinta.
Nadie se impacta ante las pláticas programadas, ante la pura salva de reunirnos para amanecer atentos, para reinar el dominio de nuestro lenguaje, mantener palabras duras, algo de sustancia para las heridas, desmemoria, la cuenta de estar soñando un pasado.

VII
Me pareció muy fácil, después de desayunar, idearme que iba a poder escribir -la cuál respeto tanto como a las drogas- que sin duda su oscuridad hace conocernos a nosotros mismos, así que empecé a ver estrellas por todos lados y noté como se expandían como visiones, aceptando así mi enfermedad, aunque lo aceptara como un suicidio, lento ante todas las sustancias.
Todo lo escrito esconde personajes, historias torcidas, movimiento mentira, una que otra afirmación contundente, rotunda, que hace que en la distancia de los vientos uno se pregunte ¿qué los está moviendo? y moverse y moverlos, ¿moverlos? y llorar para hacer paces diabólicas.
El diablo tiene muchas preguntas, a sabiendas todas ellas sin respuesta con la certeza de que sólo, hay que pensarlas, pero con el dominio de Satanás, aunque sean las curas de una plaga, aunque sea para hacer el cuento más apacible, aunque sea porque al final encallé.
Me pregunto sobre el arrepentimiento, sobre la culpa cierta, la expiación, hasta la salvación, cuando no es difícil caer en la tentación de jugar con todas éstas, querer hacer nudos, castillos, molinos, banderas, edificios, casas y equipos, enemigos y amigos, cargamos dentro al bueno y al malo, siendo sin duda el feo.
Generalmente, nuestro “lait motif”, nuestra relación como individuos, incluye más allá de las dudas y las respuestas, lejos de la postura que tomo, ensartar la aguja en el ovillo para zurcir un juego, un dedo en la oreja para escuchar sólo a algunos, o el dedo que señala la estrella para llegar a algún lado donde todos nos debatimos por el astrolabio.
Estoy en un barco lleno de piratas (no debe haber mujeres y los hombres se tienen un respeto impresionante) es una mofa poderosa la que nos une junto a la vela de la cultura que es lo más feo -ruda y tosca- veloz y sagaz; porque es el malo el que manda.
El malo está repleto de secretos, hace los nudos necesarios, especiales, únicos, a momentos precisos, para que no se hunda el barco, para que no se nos queme la vela, para que no haya motín, para que no lleguen las mujeres.
Ahí es donde entró el bueno, simplón y astuto, venido de otros lares, hizo las suyas de mandamás, pero siempre por debajo del agua, sin que nadie entienda su plan, sin que lo puedan ver o analizar, sin que nadie lo siga, entonces atrapa a la mujer.
Ya que nos aventamos por la borda y encontramos la barca en la inmensidad de los océanos guiados por el sonido de los animales; mientras tanto ellas por el sonido de las olas. ¿Llegaremos a nuevos lares, a construir castillos, barcos, molinos, casas? Lograrán los hijos evitar la historia que cuenta el feo, pero que nunca quiso contar.


IX
El feo me cuenta que fue una gran batalla, que la debacle duró años, que los primeros murieron porque se aventaron huyendo del motín y la tormenta. Me cuenta que los que se quedaron, los últimos, se quedaron el barco, los castillos, los lacres, las mujeres y la historia que contar; ambición cínica.
Así me cuenta que él, el feo, se encontró con otro feo en otro lar, pero que en el castillo resulta el bueno, en el barco el malo y en el mar la mujer. Sólo que cuando no hay historia, me dijo a mí y a todos, el viento no sopla y aparecen hijos que no pueden engañar al diablo; un suicidio lento.
Seguí con la rutina de levantarme temprano que es querer matar dos pájaros de un tiro, pero cuando me hallo al regreso, me quedo como el cangrejo ¿será rehuir al sacrificio o metamorfosis? Pero en ambos casos, solutos por su claridad, divisan una amplitud divina; irreducible indecisión.
Me desconecto de mi mismo, aguanto la soltura de mis palabras, los contenidos que las pesan, la dificultad de perfeccionarlas, de no volverlas extrañas o ajenas, porque además de creer en una solución para mi mismo, creando aparte estructuras que las resuelven, me hace sentir que he triunfado, salido victorioso y supremo; vanidad.
Me tiño de tiempo, espero un segundo, escribo en otra parte, le doy vuelta a la mesa, al cuaderno. Divago ¿estoy haciendo lo mismo en otra lejanía?. Hasta que me hallo de nuevo en esa lejanía. Le lengua me rebota entre los dientes, las llaves me arden al sentarme, son demasiados metales por todas partes, ya no se diga de las maderas. No desespero, arremeto y avanza; llana y clara frustración.
Me disparo a otro lugar, lugar o momento, otra sorpresa vana otra edad, como momento mínimo y sin tregua. Frente al engaño de hacer caso y el ligero regaño entre dientes; muestreo de dolor.

            XXIII
Digo hola una vez, no lo repito, al igual que las despedidas, únicos instantes, grandeza sin repetición, mezcla de poderes, movimientos planetarios, nuevas galaxias, distancias totales; claro olvido de alegría.
Si los números no me fallan en éste instante estoy dormido, inmóvil; como si nunca fuera a despertar. Ni siquiera el deseo en las orejas, ni los pequeños charcos huecos ínfimos de las manos hacia una cascada de moho hasta balancear la cabeza; exposición de sufrimiento.
Leche quemada y dulce como las cocadas, que investigo e obvio (como la caña de azúcar) como el melocotón en almíbar, el árbol de frutos, pero el jardín se hace oscuro y frío. Creo que sólo podrán crecer plantas nocturnas; un alucín.
Hay otros que hacen lo mismo que yo, que sólo pasan la página en blanco, denotando y denostando auxilio, desquiciados por la salvación o pequeña frase; chisme o cotorreo de pureza; basura.
Básicamente ese es el estandarte donde no hay banderas, no hay tambores que tocar, ni redobles que admirar, ni siquiera silencios que olvidar; porque la vida cuesta exigencias, heridas, pelos, desmanes y transgresiones; fijeza del perdón.
            Aquí junto al hasta ya nadie se quiere parar, ya nadie quiere luchar, ya nadie quiere pensar, ya nadie quiere vivir, sólo queremos morir, acelerados sin mallugaduras y dormidos; estirar la mano para pedir.
Me levanté dos días después en el mismo tono, hasta me puse la ropa que combina con la actitud, como escribir mi apodo sobre mi nombre (no viendo ahí el chiste de la literatura) si no más bien en indagar sobre la realidad -en la macroscopía de conocerse a uno mismo, atención sencilla; vacuo otro.

XIV
Es como imaginarse una gran montaña a partir de la caída del cabello, todo se va haciendo borlote, las ideas, la mente y hasta el cuerpo que avanza, se petrifica todo, y allá en la montaña, el calvo toma un vaso y admira su transparencia y olvida su reflejo.
Escribir ésta novela ha sido no muy distante a contextualizarme en un gusto, en un período, en una forma de hacer, que es una forma de vida, que hace las suyas de novela crítica.
Es como organizar una biblioteca, donde uno empieza por dejar que mande la voluntad divina, que las letras se amolden solas, como si uno estuviera escribiendo, como si dicha organización estuviera dada por sentada, pero luego era apta por órdenes críticos, digamos editorial o tema o autor, u órdenes estéticos, colores y tamaños. Organizarlos con la simpleza sencilla de la temporalidad.
Mayormente sufro de impotencia, los libros toman su lugar por sí mismos, la escritura se mezcla, una novela se vuelve un ensayo, como prácticas de viajero o prácticas de vida, para llegar al punto medio, ahí donde todos los puntos se conjuntan y lastimerante bajo la cabeza hacia los libros.
No es que escribir me sea una práctica de vuelo, desplegarse en notas hacia un libro, ni que sea una disciplina económica, como si caváramos metales, hasta encontrar los diamantes, mientras nos alcanzan las agujas; pero ya no hay reposo frente al piquete animal, que nos conduce a sacarle peras al olmo hasta que caigan peces, vano sueño indistinto.
Los hay malos, los hay buenos, los hay quienes nunca se vuelven a querer, los hay quienes se rehusan a leerse, y juegan con los libros de los otros en las librerías, para jugar a trascenderse, a apostarle a la alquimia formulada de palabrerías y hacer magia de objetos.
            De objeto a casa, ésta libreta en la que escribo está hecha a mano, por mis manos, como aquellos que pagaban sus propias ediciones, con salvas y remesas de otros lares (o de sus propios lares ) árbol del escritor, ideal del lector, ideal crítico, hacer un libro sin huecos que permanezca acostado sin ser leído.
Me resulta como tirar la basura, o la ardua tarea de recorgela, es más sencillo el trabajo directo hacia un imaginador, que previene y deviene máscaras masivas, como si uno pudiera luego pagar el medio tiempo del juego, sin saber cuál de las dos son las vitaminas, o el trabajo o la escritura, o lo que parece lo mismo, pero con la certeza de estar bien hecho.

XVII
Estoy empezando a recitar que el amor entre de hombre a mujer es como cartas las silencio, abrazos de silencio y armonía- con lleva al mismo tiempo éxito y euforia (sin obviar, ni olvidar, ni rechazar la categoría del idiota [que queda fuera de lugar] sin muchos deberes que cumplir) ni muchas sanciones que reprimir- sólo y ante su soledad no llora, se va.
De un lado están los honores, mueven el viento, gritan su nombre, hasta acompañar la caída una vez más en la sabrosura de aprovecharlos. La caída es en el encuentro amoroso, en la mayoría de ellos, la tangente, la circunscripción de la realidad, para ser simplón y sagaz.
Observo un sauce en la distancia, es un rapto -esas pequeñas lágrimas sin punta ciega son visiones (son mundos [vacíos ilimitados] que entre más espacios huecos) y entre más huecos de fuga- observo más ojos cansados, más nostalgia que apaciguar.
Para que volver a empezar si esta historia no es más que un recoveco sin salida, un laberinto sin tesoro, una búsqueda sin tesón, un escape que no se puede respirar que sigo escribiendo si ya empiezo a mutar, transformarse, si ya me estoy viendo haciendo algo más si ya me estoy olvidando.
Tal vez fue porque el día fue intenso, pero yo me puse a prueba para deducir mis pensamientos y traducirlos en sentimientos o escuchar únicamente mi voz interior, en la relajación de mi empatía, o en el estiramiento de mi alegría pero ahora es muy temprano y me arde un ojo.
            El ojo izquierda brincotea como un grillo, su ardor y su escozor me molestan, como a quien le molestan todas las mañanas sin saliente que pueda distraerme, distanciarme hacia otra parte de mi cuerpo, apoyarme en otras sensaciones, pausar mi garganta, fuera de las uñas que son garras.
            Más bien empieza por creer que éste orgullo de hacer las cosas sólo me exhime de un sin fin de procesos elementales- como conocer a los otros (evadir toda pregunta [hacer de un triunfo un dogma interior] donde he hecho esto,  aquello o cualquier ruta) y así por fin- lejos de los teléfonos y cerca de las ayunas, parece que el lápiz escribe sólo y yo soy únicamente un medio.
            La idea de ser un médium, un traspaso de emociones, un fuego que se hace luz cuando se quema -alguien sin cara (que ni siquiera se ve a sí mismo [sostenido en un aposento] auspiciado por grafías) o mermado entre tantos caracteres- callado por sus lentas resoluciones, me deposita en la nada.; en un instante me digo y me imagino -al siguiente me desvanezco (algo implausible me acompaña) soy ruido- soy aire, soy nutriente.
            Por un momento pienso que la literatura se acabo, que sólo nos queda sacar copias- hacer que el tiempo gire (una y otra vez [para poder inspeccionarnos por dentro] para ser parte del todo) no quedarse dormido en el trance del amor- ser visión de estancia y esperar que nade se ensucie, resueltos en la normalidad; en la estancia está la mesa y es trabajo, es mañana y noche, es asco y narración, es ensueño y agua, piedra y fuego, paso y sombra, árbol punto.
            El árbol es molesto, hay que cortarlo para estar feliz -luego constreñirlo a sin fin de barrabasadas (luego ausentarse de las propias declaraciones [empezar con las aclaraciones] ser fresno) ser sauce- ser pino, ser palmera; las hojas no tienen, fin pero es un gusto llenarlas -hacerlas tierra que pisar (fruto de canasta [manzana sin dorso] para que los hombres se alimenten en sus formas tan personales) tan lejos de su ambición- tan cerca de su paz, tan a modo de provecho suyo.
            Sólo para hallarme en la dicha de una palabra más, por encima de la inanición en la mañana o la falta de humores (hasta un poco de ironía frente al vacío) como si de tan lejano el lenguaje deshiciera otros mundos, como tomar café y abrir los ojos, como raspar la espada que lleva la pierna al camino, flotar como en un pequeño rebote de realidad.


XVIII

Bajo iluminaciones adustas, no niego la mente, pienso en la muerte, desespero ante el imaginario colectivo, me concentro en lo pertinente o necesario que no ha fallado, silente y andante.
Me vuelvo a levantar acelerado sólo por tener una herida.


XIX
Las fiestas son un resquicio infantil, no sé si ver a más gente me da piso o me pierde aún más, o si el fuerte que tomo me derrumba o empodera. Las veo como el relajo de la incertidumbre o celebración de la perdida de certezas, pocos parados con el trago hasta vomitarlo sin decir nada, y algunos entre los que me encuentro salimos corriendo despavoridos a medio tiempo, y me alegro.

XXI
Será que se cuenta sóla la historia, que ni la quiero transcribir, ni publicar y menos afamarme de tal logro o marca, record o pureza.
Será que sólo me gusta ver la cara de los demás, más y más perversa la cara rutinaria en la placidez de callar y observar; otra vez bajo el manto de la incertidumbre, A favor de lo grandioso o en la urdumbre del sin sabor o hasta el cansancio de la verdad..
He ahí que encuentro el destemple que me sostiene hacia lo inconmesurable. Creo, que el puto punto es lo que vale, sin estar lejos de verdad, que todas éstas advertencias a las que me ato, toda esta normatividad monocromática, que complica el lenguaje y la inspiración, el cauce propuesta, advenimiento y sublimación de una sola palabra: Rigor.
Esa palabra, que llega desde todo lo que he sido, todo lo que soy, todo lo que seré, me llena como el agua que llena una olla, borbotando desde su pulcritud.

XXII
Me asusta la pasión, me empiezo a abstraer, me empiezo a deprimir, empiezo a engordar, a gritar, a reír siniestramente, a llorar, a sufrir dolores, poesía, vida, existencia. Me desmañano y me desvelo, pierdo el aire, me muerdo la lengua, temo, pauso, susurro, mal hago, corro.
Finalmente me encuentro en un lugar inhóspito (un recorrido estético no sólo de mis entrañas) si no también dándome de topes al andar con mis pensamientos (sólo me pregunto porqué no escribieron, con que medida afectan los libros afectan a la realidad social, en que medida se hacen estos afectos una verdadera experiencia, algo sensacional, algo sin par. Diario. Saco una frase de éste que repitiré en la sapiencia de la información libre: A veces cae mejor una babosada que una frase sabia. Mu y Kairos. El mundo es justo porque es uno.

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